TELEVISION | MARTIN CASARIEGO: Las bolitas y las uvas

En Navidad uno, aparte de congelarse a la siberiana y atragantarse con las uvas, anda de un lado para otro como loco buscando regalos para amigos invisibles y a veces hasta impresentables, y claro, quiero tanto en estas fechas, soy tanto amor y tanto gozo, tanta solidaridad, os quiero, hey, que mi bolsillo no da, por algo serï¿½ que estas fechas son tambiï¿½n las de la loterï¿½a del Gordo y de El Niï¿½o, el gordo no sï¿½ quiï¿½n es, aunque me lo puedo imaginar, y El Niï¿½o, pues supongo que Jesusito. En fin, que uno quisiera tener mï¿½s dinero para demostrar mejor cuï¿½nto amor lleva dentro, y hasta compra loterï¿½a, o, en mi caso, hasta se traga el sorteo de la Once.

Son quince minutitos presentados por Carmen Sevilla. Quï¿½ bien estuvieron la uvas de Granada -las de Tele 5, claro-, quï¿½ mal las de la Puerta del Sol. Pretende ser graciosa, y resulta mï¿½s bien lenta de neuronas. Despuï¿½s, la llamada, ï¿½ï¿½De adï¿½nde me llamas?ï¿½, se descubre un signo del zodiaco y cae algï¿½n regalillo con publicidad. Como sobra tiempo, explica que tiene que hablar, ï¿½ï¿½Todavï¿½a ya?ï¿½. Y efectivamente, sigue la chï¿½chara, la llamada procede de San Pedro de Alcï¿½ntara, donde Carmen tuvo una casa y tiene montones de amigos. Presume luego de conocer mucho a la maravillosa familia Gil y Gil, eso sï¿½ que es presumir, y la gracia estï¿½ en que confunde Marbella y San Pedro de Alcï¿½ntara, jua, jua, tï¿½a Felisa.

Luego, el concurso, cinco azafatas monï¿½simas, que sonrï¿½en mientras cae la bolita. Una castaï¿½a, decena de millar, el 9; una de rojo, rubia, monï¿½sima, unidades de millar, el 7; y asï¿½, una rubia, preciosï¿½sima, de azul, las centenas; las decenas, rubia tambiï¿½n y tambiï¿½n lindï¿½sima, de verde; las unidades, una morena, monï¿½sima, de amarillito. Lo de las bolitas se me pasï¿½ volando, y ademï¿½s, todas llevaban minifalda y estaban de buen ver y de mejor humor, que es lo que hace falta, coï¿½o. Despuï¿½s, tres seï¿½ores muy serios ante una mesa dan fe del sorteo, serï¿½n los notarios, digo yo.

Luego, Carmen Sevilla desea felicidad a los que les haya tocado (yo se la desearï¿½a a los que no, pero en fin), dice algunas chorradas mï¿½s para hacer tiempo, y el programa acaba con las azafatas lindï¿½simas y ella diciendo adiï¿½s con la mano. Lo mï¿½s increï¿½ble de todo esto es que el nï¿½mero premiado fue el 97.410, y que ï¿½sas son las cinco ï¿½ltimas cifras del telï¿½fono de una amiga que me llamï¿½ ayer. Esas cosas dan bastante que pensar, la verdad. Yo estuve pensando toda la noche. Como no soy Einstein, no dio para mucho, y eso que no peguï¿½ ojo. Me preguntaba una y otra vez: ï¿½Quï¿½ coï¿½o quiere decir esto? Y tambiï¿½n: ï¿½Por quï¿½ no me llamaste antes, cabrona? No hallï¿½ respuesta para ninguna de mis dos preguntas existenciales. Para mï¿½, lo del otro jueves fue el enigma del Telecopï¿½n bendito.